El modelo de empresa actual favorece el comportamiento psicopático y el mobbing.
En nuestra sociedad son los principios económicos los
rectores de la vida laboral y social. Y el
elemento de trabajo de la economía es la empresa. La empresa moderna dispone de
sus medios de producción con estrategias diseñadas necesariamente a corto plazo donde el objetivo fundamental es el
rendimiento sobre el capital invertido. Los mandos intermedios en este sistema
empresarial o asumen los roles necesarios para este planteamiento, o no sirven
para su labor y son rápidamente sustituidos por otros con mayor nivel de
conformidad, de identificación con la empresa. Dentro del arco de posibles candidatos a estos
puestos se encuentran las personas con
una gran ambición material y escasas aspiraciones humanitarias. Ellos son los
psicópatas y los narcisistas.
En una época en que el mundo del trabajo se ha vuelto cada
día más despiadado, se efectúa una especie de selección natural que coloca a
los perversos narcisistas en lugares estratégicos. Como son fríos, calculadores
y carecen de estados de ánimo, sabrán privilegiar los elementos racionales sin
permitir que los azares humanos les conmuevan. A grandes rasgos, son individuos
que saben abrirse camino en las empresas y las administraciones, ya que son
hábiles y seductores. Saben utilizar, para su provecho exclusivo, el vínculo de
subordinación que les permite esclavizar al otro. La empresa, como todos los
centros de poder, tiende a atraer a los individuos narcisistas y a permitirles
un amplio margen de acción. Su peligrosidad no sólo es relativa a sus
actitudes, sino también a su poder de seducción: saben arrastrar a un grupo a
la perversidad.
La empatía es una característica especialmente insoportable
para el acosador, cuya estructura de personalidad es ante todo «no empática» o
psicopática. La empatía supone la capacidad de situarse en la perspectiva del
otro ante un problema o vivencia. La psicopatía es todo lo contrario. La
particular forma de entender la vida de estos sociópatas encaja perfectamente
con una dirección deshumanizada, que cosifica a los trabajadores pero que va
más allá, pues el psicópata organizacional busca el dominio no por un sentido
mejorable de la función laboral sino por sus necesidades de control patológicas
y por su afán destructor de todo lo que le pueda poner en riesgo la idea
errónea que de sí mismo posee.
El fenómeno Mobbing, acoso moral y psicológico en el
trabajo, raramente está caracterizado por la agresión física, sino más bien por
otras formas de agresión más sofisticadas de retroalimentación de violencia
encubierta, hasta la aniquilación simbólica de la víctima. La “lucha” entre
acosado y acosador es desigual, asimétrica, el acosador
suele ser poderoso y utiliza los recursos
de legitimidad que le brinda la empresa.
El mobbing busca obtener un efecto perverso: la destrucción, el sometimiento o
la exclusión de un trabajador.
Pero los perversos narcisistas y los psicópatas
organizacionales dañan profundamente no solo a las víctimas de su acción
directa de agresiones, sino que al tiempo llevan su acción destructiva y
desestabilizadora al todo el entorno laboral que constituye su enclave operativo
de acción. La empresa no sale indemne de sus actos. La envidia que subyace a la
agresión sobre todo atisbo de excelencia hace que estos enfermos tiendan a
eliminar de su vista a toda aquella persona que ofenda su visión narcisista del
universo; lo que indefectiblemente acarrea que los mejores y más brillantes
trabajadores sean marcados, agredidos y finalmente eliminados, desterrados de
su entorno laboral. Quien pierde este patrimonio no es otra que la empresa.
Pero éstas todavía no se han dado cuenta.
No parece, dadas las tendencias actuales, muy halagüeña la
visión del futuro laboral ni parece que fuese a remitir en nada las tendencias
crecientes de las patologías derivadas de la acción de los psicópatas laborales
integrados. Si bien se ha avanzado mucho
en el análisis y el tratamiento de las víctimas, no se ha hecho mucho por
entender y controlar a quien, perfectamente adaptado a nuestro mundo laboral,
desarrolla la violencia dando paso a la enfermedad y a la exclusión.
El modelo actual de empresa efectivamente no es que promueva específicamente estos perfiles pero lo que no se promueve es la buena gente y a la vez profesional.Parece que queda mejor darle un puesto a alguien que pisotea al resto sin remordimientos que a alguien que siendo igual de productivo valora al personal que trabaja con él. Estas cosas por desgracia no varian salvo casos excepcionales. La empresa es estrategia y estos perfiles siguen una estrategia.
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