Ciclo de abuso: la alternancia entre bombardeo amoroso y maltrato


El ciclo de abuso de psicópatas y narcisistas básicamente consta de tres etapas conocidas como: bombardeo amoroso, devaluación y descarte. Ya hemos escrito sobre ellas en nuestro blog. No obstante, tenemos aquí la historia de Adriana (los nombres han sido cambiados, la historia y los lugares de los hechos son los originales) en la que claramente se ve la alternancia entre ciclos de bombardeo amoroso (o luna de miel) y devaluación (abuso). Asimismo, en este testimonio se observan con claridad técnicas de abuso como el gaslighting (o luz de gas), triangulación, tratamiento del silencio, y el corrimiento paulatino de los límites de la persona afectada por el abuso psicópata o narcisista. En el caso de Adriana, no hubo descarte, porque este psicópata la necesitaba para sus planes de gloria. Afortunadamente, Adriana pudo vencer su disonancia cognitiva y escapar del maltrato. Esta es su historia.

“Conocí a Pablo un fin de año en Punta del Este, yo estaba pasando las fiestas allí con una amiga, pero vivía en Montevideo y ejercía como abogada en una empresa importante. Pablo era un argentino que vivía y trabajaba en Londres, había hecho un MBA en una prestigiosa universidad del Reino Unido y tenía un puesto gerencial medio. Charlamos y bailamos por un rato, me hacía reír, en un momento me dijo que era hermosa y que quería casarse conmigo. Hice lo que normalmente no hago, soy una mujer bastante anticuada en esos aspectos, me acosté con él esa noche. Durante los dos días restantes no nos separamos, es más, se ganó la amistad de mi amiga. Me invitó a pasar un mes en Londres, acepté. Cuando estuve allá, me colmó de atenciones y regalos, me habló de tener hijos pronto, lo cual me terminó de convencer que era el hombre adecuado, yo tenía 37 años, y quería ser madre. No podía creer lo que me pasaba, era demasiado bueno para ser real, aunque a veces, tenía dudas extrañas, Pablo se veía mucho con una ejecutiva de su empresa, hablaba de ella conmigo cuando en realidad era innecesario llamar la atención sobre su relación, pero trataba de no pensar en ello, después de todo, él parecía estar loco por mí.

Cuando volví a Montevideo les dije a mi familia y amigos que me casaba, que dejaba todo para ir a vivir a Londres con el hombre de mi vida. Mis padres me pidieron que reflexionara, algunos amigos me dijeron que era una locura, mis colegas me decían que no iba a poder ejercer como abogada en Inglaterra porque mi diploma no era válido allí, pero yo estaba como drogada de felicidad, no escuchaba a nadie. Pablo quiso que nos casáramos inmediatamente, ofreció regalarles pasajes a mis padres para que estuvieran en nuestra pequeña boda. Vendí mi auto muy por debajo de su valor, renuncié a mi trabajo, puse en alquiler mi departamento, y partí.  Nos casamos ante 9 personas, y nos fuimos de luna de miel a Escocia por una semana. Cuando regresamos a nuestro departamento en Londres, las cosas comenzaron a cambiar, Pablo quería que yo fuera la esposa perfecta, que recibiera a los altos mandos de la empresa en casa, que asistiera a cócteles, que estuviera siempre hermosa, y que mostrara mi inteligencia. Para lograr todo eso, yo no debía trabajar. Cuando yo me quejaba (siempre fui una mujer de carácter, acostumbrada a litigar) Pablo me pedía que “no fuera egoísta” que era por un tiempo, que él avanzaría rápido en su carrera, y que, si yo lo apoyaba ahora, él me ayudaría después.

Comenzó a viajar mucho por trabajo, siempre tenía apagado el celular. También, cuando estaba en casa, había días en los que no me hablaba porque no le había gustado algo que había dicho, generalmente cosas intrascendentes. En otra ocasión encontré su laptop con un chat abierto con otra mujer de su empresa en la que la conversación era claramente de romántica. Cuando lo confronté me dijo que yo era una loca, que lo espiaba, y que imaginaba cosas, le respondí que iría a visitar a mi familia en Uruguay, en ese momento, bajó el tono de sus acusaciones, me prometió que me cuidaría más y que ya era hora de pensar en tener hijos.

Quedé embarazada a los tres meses de ese episodio, Pablo anunció con aparente alegría “nuestro embarazo” a todos sus colegas y a sus familiares en Argentina. Sin embargo, su comportamiento estaba cada vez más extraño, momentos de indiferencia o de críticas se alternaban con un deseo sexual cada vez más oscuro. Cuando yo estaba de cuatro meses me invitó a una reunión de gente amiga, cuando llegamos era una casa grande en la cual la gente entraba y salía de habitaciones, yo comencé a temblar, me llevó de la mano hasta una en la que había una mujer y dos hombres. Salí corriendo, Pablo me alcanzó en la puerta. Yo no paraba de llorar. En el auto no hablamos, en casa tampoco, mis pensamientos eran aterradores, y trataba de calmarme pensando que podía hacerle mal a mi bebé.  Dos días después le pedí explicaciones, él me dijo que no sabía lo que le pasaba, que con lo del embarazo estaba raro, cambiante, que había pensado en hacer terapia, que su sexualidad se había desbordado, pero que estaba, dispuesto a cambiar, pero que, de todas maneras, yo tenía que entender que ese tipo de fiestas sexuales eran normales en Europa, que yo tenía cierta mentalidad prejuiciosa provincial típica de “sudaca”.

Durante unas semanas todo volvió a la normalidad, pero luego los ciclos de humillación y de deseo ardiente volvieron a repetirse. Busqué respuestas en libros, supuse que tendría algo así como bipolaridad, mi vida giraba en torno a encontrar una solución para su comportamiento, para que volviera a ser “el Pablo que había conocido”.

Un día, mi hermano me llamó al celular desde Montevideo, algo debía estar mal. Así era, mamá había tenido un ACV y tenía casi medio cuerpo paralizado. Yo ya estaba de siete meses por lo que tuve que mentir a la aerolínea sobre el tiempo de gestación para poder viajar. Al principio Pablo me decía que yo no iba a ser de mucha ayuda allá, que dejara que se recuperara, y que iríamos cuando nuestro hijo tuviera más de tres meses. Mi respuesta fue un rotundo “no”, era increíble que fuera tan frio, pero él insistía en que no era frio sino práctico, que yo era demasiado emocional. Hay días en que pienso que la enfermedad de mamá tuvo un costado positivo, al mes de estar con ella, ayudándola con la rehabilitación, rompí bolsa, y Juan Ignacio nació con 8 meses en mi Montevideo natal, algo que parecía una complicación, ya que Pablo tuvo que venir desde Londres, terminó siendo una bendición más adelante.

Volví a Inglaterra con Pablo, pero mi vida se convirtió en un infierno, había noches en las que no regresaba, y cuando lo hacía me decía que tenía la casa desordenaba y que era una mala madre porque Juan Ignacio lloraba mucho. Me llevó a un médico psiquiatra que me diagnosticó con depresión post parto, me recetó antidepresivos. Yo no estaba deprimida, estaba enloquecida. Una tarde, mi vecina del tercer piso, que tenía tres hijos, me invitó a tomar el té. Me preguntó cómo estaba llevando mis primeros meses como mamá, y me derrumbé, el hecho de que alguien se interesara por mí me ablandó, lloré un montón, y le conté lo que me pasaba. Ella, lejos de pensar que yo estaba loca, me dijo: “estás con un psicópata o con un narcisista, a mi hermana también le pasó”. Me sugirió una página en inglés sobre el tema (en ese momento no estaban ni Piñuel, ni ninguno de los blogs que ahora hay en castellano). A partir de ese momento no paré de leer mientras Juan Ignacio dormía, no podía creer que todo lo que leía fuera un calco de mi infierno. Con ayuda de mi vecina, y de mi hermano a la distancia, organizamos que él me viniera a visitar, y que nos llevara a Juan Ignacio y a mí de vuelta a casa. Tenía miedo de hacerlo sola.

Tuve algunos temas legales que resolver para poder irme de Inglaterra, entre otras cosas hice una denuncia por violencia psicológica y por abuso emocional antes de partir. Ahora estoy viviendo en Uruguay, conseguí un trabajo en un estudio más pequeño, pero tengo la suerte que, al tener tantos colegas abogados, la causa sigue desde acá, algo que no podría hacer si no fuera abogada por lo costoso de los oficios internacionales. También, si mi hijo hubiera nacido allá, no creo que hubiera podido dejar Reino Unido tan fácilmente. Pablo ahora reclama un régimen de visitas en el que alguien le lleve al niño mientras sea muy chico (ahora tiene 4 años) y que viaje sin compañía cuando sea mayor de 8. Yo no quiero que Juan Ignacio pase demasiado tiempo con un padre psicópata sin familiares a su lado. Pablo puede verlo cuando quiera, pero no a solas, a menos que la justicia decida que debo dejarlo partir, pero tengo fe en que eso no sucederá. Allá en Inglaterra, Pablo tuvo que someterse a varias pericias psicológicas.

Con el tiempo até cabos, me di cuenta de que, en realidad, ese fin de año en Punta del Este, Pablo eligió una esposa porque necesitaba tener una familia para ascender a los puestos más altos, trabajaba en un banco más bien conservador, y un hombre “establecido” tenía más probabilidades de progreso. Yo no fui más que una adquisición para lograr su cometido. Mantengo contacto cero parcial, ya que todavía tengo algunas comunicaciones telefónicas, las idas y venidas legales las manejan abogados. Juan Ignacio ve a los padres de Pablo cuando vienen de visita a Uruguay, sus abuelos no son malas personas; Pablo, por el contrario, jamás vino a verlo a pesar de haberme peleado la tenencia primero, la perdió, y de luchar por un régimen de visitas en el que Juan Ignacio deba alejarse de mí. Siento que todavía estoy sanando, no volví a estar con nadie porque tengo temor a ser usada, me dedico a mi hijo, a mi trabajo y a mi familia. Espero que mi testimonio sirva para abrirle los ojos a quien pueda estar en una situación similar.”

ShivaShakti 2019
Para evitar malos entendidos, nuestra única página de Facebook es:
https://www.facebook.com/comunidadsobreviviendoapsicopatasynarcisistas/

Comentarios

  1. Son los ciclos de frío calor los que nos dan disonancia cognitiva, tarde tiempo en darme cuenta del abuso.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El sexo con un psicópata o narcisista.

Lo que no debes hacer con un psicópata o narcisista

Perspectivas para los hijos de padres narcisistas y psicópatas